Pablo Hoyos varía en sus Varaderos de la vida varia desde una capacidad de riesgo donde el lenguaje es rey, no de reyes sino entre reyes: del reinado de la ruptura y de la concatenación, de la voz en sus quiebres, y de la trama en su estado permanente de estambre tejiendo y destejiendo: cual araña múltiple y sedienta de tela para cazar, vivir variando, sobrevivir mudando, y de tela al borde de deshacerse, tener que volver a empezar. [...] Los moldes se rompen, las formas tradicionales no se desdeñan pero se alteran: la belleza engarza con la fealdad sin temer el resultado, ese arroz con mango de la actual poesía donde el temple es fuerte, la variedad inagotable, y el modo oscuro aparece para aclarar. Poco teme, mucho arriesga Pablo Hoyos, y arriesgando, su voz cabal puede, y bien que puede, crear hermosura que sobresalta desde la fruición de la lectura: “el grajo vuela bajo/ más allá no existe la continuidad en el llano/ en las creencias en la grieta”.
José Kozer
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